domingo, 3 de julio de 2011

Nuestra verdadera identidad.

Debe haber una razón muy profunda en nosotros que pueda explicar porqué nos molesta que digan o escriban mal nuestro nombre y apellidos. Básicamente rechazamos que nuestra identidad se vea alterada. Nuestro nombre es el que es, así lo decidieron nuestros padres, y nos puede gustar más o menos, pero no toleramos que no incluyan un acento, que digan otro apellido totalmente diferente, ni tan siquiera que le cambien una única letra. Esta es la identidad que han decidido que tengamos, es la identidad que nos han impuesto y que nosotros hemos adoptado y asumimos como propia. Sin embargo, existe una identidad natural y que es la única que nos define tal y como somos, e incluso nos define tal y como hemos sido y seremos. Me refiero a la identidad genética, a nuestro código genético.

En esta y en sucesivas entradas me propongo exponer algunas ideas básicas sobre la función del ADN en el desarrollo normal de nuestro cuerpo, pero con la finalidad de destacar que nuestro código genético nos define a nosotros y que una acumulación de errores en él puede originar diferentes tipos de cáncer. No sé si el sentimiento de defensa de nuestros nombres tiene un origen común con el de la defensa de nuestro código genético, pero creo que este segundo se está desarraigando de nosotros.

En la época que actualmente vivimos disponemos de una información valiosísima y exclusiva que ningún ser humano ha podido tener anteriormente. Disponemos de la secuencia de nuestro ADN y de la de otros organismos. Ahora sabemos que nos parecemos a otros seres vivos mucho más de lo que pensamos, por ejemplo, que el genoma de un chimpancé y un ser humano comparten casi un 99% de similitud. Únicamente ese 1% nos diferencia entre unos y otros. A pesar de disponer de esa información y de todo el conocimiento científico que existe en relación a ello, no llegamos a captar la importancia y la utilidad que tiene. Hablar sobre el código genético da mucho juego, pero lo que a mi realmente me interesa es tomar pinceladas de todo ese conocimiento para entender y transmitir que pequeños cambios en nuestra identidad genética pueden tener efectos desastrosos para nuestra salud, y en definitiva para nuestra calidad de vida.

En una era en la que existen tantos agentes tóxicos y agresivos para nuestra salud, solo somos capaces de alejarnos de aquellos que nos suponen un daño físico directo. Sin embargo, existen otros muchos que son absorbidos por nuestra piel y pulmones que no dañan en un primer momento, sino que exposición tras exposición pueden dar origen a mutaciones y estas pueden derivar en varios tipos de cáncer.

La palabra cáncer ya no significa muerte, pero se pronostica que seamos unos enfermos crónicos, enfermos con tumores en diferentes fases de desarrollo y que muy posiblemente no sean causa de muerte pero sí serán causa de una deficiencia en la salud general. La mejor herramienta de combatir el cáncer es la prevención (aunque es cierto que la predisposición hereditaria es también importante), pero para ello es esencial tener un conocimiento básico.

En sucesivas entradas me centraré en este tema, y procuraré simplificarlo mientras yo mismo aprendo del mismo, desmintiendo algunas ideas erróneas y tratando el tema desde el punto de vista científico y hablando como lo que es, una enfermedad muy común pero que tememos descubrir a nuestro alrededor.

El objetivo principal es que entendamos que nuestro ADN es nuestra identidad, y esta es la que debemos defender en todos los aspectos.

3 comentarios:

Esther dijo...

Personalmente, lo seguiré muy de cerca.
Saludos

Félix dijo...

Gracias, espero que sea de utilidad.

Masunodos dijo...

Lo de perder la identidad, por lo menos a mi me supone un sentimiento de angustia o de ahogo, en definitiva un malestar. Sobre todo cuando has sufrido un estrés en algún momento de tu vida mas bien patológico, te das mas cuenta de lo importante que supone para las gentes esto y para uno mismo. Hay me ha llegado hondo.Saludos.