sábado, 30 de octubre de 2010

La amenaza sobre nuestro organismo.

Las células que forman nuestro organismo (y las de cualquier otro ser vivo) están continuamente dividiéndose. La división celular ocurre básicamente para el mantenimiento de cada órgano u estructura. Por ejemplo, nuestra piel está continuamente regenerándose. Las células que forman la capa más superficial de la piel van muriendo y siendo reemplazadas por células que van desplazándose de capas más inferiores. Debido a la continua muerte celular, se van generando nuevas. Igualmente, las células que forman parte de la capa que tapiza el estómago y el intestino son renovadas. En el caso de la piel y del sistema digestivo las agresiones a las células son continuas. El aire contaminado, la sequedad del aire, los microorganismos patógenos son amenazas a la salubridad de todo ser vivo. La piel es la primera barrera física ante estas amenazas. Debido a estas agresiones, las células de la piel se renuevan para que otras células nuevas y, por así decirlo, más fuertes hagan frente a diferentes compuestos contaminantes e infecciones. En cambio, el intestino es una zona más sensible y no actúa como barrera física. Existe una flora intestinal que lucha contra patógenos que hayan podido entrar por la ingesta de comida contaminada. Sin embargo, el estómago e intestino son más sensibles a compuestos tóxicos, y a veces cancerígenos, que contienen muchos alimentos elaborados industrialmente. Ya sea por una elevada tasa de división y renovación celular, en el caso de la piel, como por la mayor sensibilidad a la contaminación, en el caso del sistema digestivo, existe un mayor riesgo de generación de tumores.

Durante el proceso de división celular, las células duplican su material genético (ADN). Esta duplicación se realiza por el copiado de la información de cada célula. Diferentes proteínas participan en este complejo sistema para copiar el ADN. Las proteínas, en general, son sensibles a la presencia de agentes contaminantes. Así, el efecto que pueda tener una toxicidad sobre una proteína será más grave en cuanto a la importancia de la función que cumple dicha proteína. Durante la copia existen errores que son corregidos por otras proteínas, pero no existe una corrección al 100%. Así que ya sea por la pérdida de función de las proteínas por contaminación o por la elevada tasa de división, el pequeño porcentaje de error que pueda quedar en cada duplicación de material genético se irá acumulando. Por este motivo en aquellos órganos y estructuras que ocurre una elevada tasa de división celular o que están más expuestos a contaminantes, la aparición de tumores es más frecuente. Este es el caso de la piel, del sistema digestivo, del hígado o de los riñones. El cáncer de mama también es muy frecuente porque es un tejido que está sometido a frecuentes cambios hormonales. Estos cambios hacen que exista una continua reestructuración del tejido. De igual forma ocurre en las paredes del útero, en la próstata, y otros órganos víctimas de la aparición de tumores. Por ejemplo, en órganos que no sufren tantas divisiones celulares son menos comunes los casos de cáncer, por ejemplo el corazón. Existen muy pocos casos de cáncer de corazón.

No podemos evitar que las células se dividan, es más, necesitamos que ello ocurra. Así que la variable a modificar es la exposición a agentes contaminantes, tóxicos y cancerígenos que encontramos en la atmósfera, en el agua, en los alimentos o en diferentes materiales artificiales (es el caso del bisfenol presente en plásticos de muchos artículos, incluso de productos infantiles). La amenaza la tenemos presente, pero la alarma aún no ha sonado, o sencillamente la están apagando continuamente.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Sistemas abiertos bajo mentes cerradas.

Decir que enfermedades tan graves y tan complejas como el Parkinson, el Alzheimer y sobretodo el cáncer son producto de la forma de pensar de cada individuo es simplificar demasiado el problema. Estoy seguro que el origen de estas enfermedades no las crea el individuo en particular. Tal vez muchas otras enfermedades sí sean prevenidas o aliviadas con nuestro cuidado y la atención que le ofrezcamos a nuestro cuerpo. Pero en otras no solo es cuestión de una única persona.

Cierto es que dentro de la educación de cada persona podemos llegar a elegir nuestras ideas, ideas con las que nos valdremos durante nuestra vida. Sin embargo, todos estamos sometidos a las ideas de aquellos que gobiernan, aquellos que tienen un gran poder sobre el desarrollo de las sociedades (aquí entran todos los que forman parte de la cúspide de los principales poderes). El cambio de modelo mental de tales personas puede llegar a ser mucho más importante para la mejora de la salud mundial, que la forma de pensar de cada uno en particular.

Parece que siempre llegamos a responsabilizar a los mismos de los problemas mundiales, pero cuando decimos que existen personas que mueren de hambre, estas no han elegido nacer ni crecer en una población en la que falta alimento, ni tampoco que muchas personas eligieron crecer en un momento de la historia en la que la mierda formaba parte de sus casas. Ahora tampoco hemos elegido crecer en una sociedad con agua, aire y alimentos contaminados. Por entonces algo cambió y no fue por el cambio de mentalidad de la ciudadanía, sino por el cambio de ideas de unos pocos. Sé que no fue tan sencillo, un desarrollo económico ayudó enormemente. Por eso creo que un nuevo cambio puede llegar para que reduzca (no utilizo el verbo poder como probabilidad, sino como capacidad o de voluntad, si quieren o queremos este cambio llegará) un importante número de las enfermedades que hoy sufrimos. La fuerza y estabilidad mental nos ayudará a combatir y hacer frente a las enfermedades que nos puedan achacar, incluso algunas las podremos evitar por nuestras cualidades, pero estoy convencido que un par de ideas nuevas que reluzcan en unos pocos cerebros, ahora secos por la avaricia, hará que cambie muchas cosas, en cuanto a salud se refiere (y seguro también que en otros muchos aspectos).

¿Cuál puede ser este nuevo modelo mental? Dejar de tirar más basura. Esto hará en un principio que muchas sustancias no formen parte de nuestro ambiente. Que muchos productos químicos (metales pesados, cancerígenos como los famosos conservantes, estabilizantes, aromatizantes, colorantes, etc) dejen de estar presente en los alimentos, en el agua, en el aire. Que nuestra atmósfera no esté cargada de ondas electromagnéticas (con sospechas –que están a punto de dejar de serlo- de que son causantes de la formación de tumores), ni que exista un exceso de gases de efecto invernadero. Que productos radiactivos no naturales no se encuentren rodeándonos...

¿Cuál sería la razón por la que se decidiera no seguir inundándonos de estos desechos? La valoración del ciudadano como persona. En principio, valorar a la persona como un organismo vivo, como un complejo sistema abierto al resto del Universo, un sistema vivo formado por elaborados sistemas de acción y reacción. Procesos químicos, físicos y biológicos con los que la expresión génica, la formación de proteínas, las interacciones moleculares y el desarrollo celular sustentan nuestro ser, a cada organismo, ya sea persona, animal o planta. Y englobando a todos ellos, entender la importancia de cada relación establecida entre persona-persona, persona-animal, persona-planta, animal-animal, animal-planta y planta-planta. Y aún más, todas estas relaciones se multiplican considerando un nuevo factor, el factor ambiente. Todo aquello que se encuentra en el ambiente influye sobre cada organismo, así que imaginaros lo infinitamente complejo que puede llegar a ser. Cada sustancia de nuestro ambiente se convierte en un nuevo factor que se interrelaciona con cada organismo.

Como veis, una única idea que llegue a formar parte de nuestro actual modelo mental podría cambiar muchas cosas, sería el detonador de una nueva revolución mundial. La revolución hacia un nuevo concepto de salud. También creo que es necesario un cambio en el concepto de la medicina y que está muy relacionado con lo que he comentado aquí. Hasta ahora la medicina ha estudiado las enfermedades (y no la salud). Se investigan las enfermedades desglosándolas en pequeñísimas partes. Por ejemplo, en el estudio del cáncer podemos llegar a conocer investigaciones sobre una determinada proteína considerada como un represor tumoral, o estudios sobre la inhibición de la expresión de un determinado gen. Comprendo lo costoso que puede llegar a ser este tipo de estudios, por lo que aún más me cuesta imaginar cómo se puede estudiar la relación entre los diferentes factores, sustancias químicas o moléculas cancerígenas sobre un organismo vivo, por muy sencillo que puede llegar a ser este (por ejemplo un gusano). ¿Os imagináis la complejidad si al número de interrelaciones supuestas antes cuando considerábamos un organismo con el resto de sustancias ambientales, ahora lo multiplicamos por todos los procesos que existen en el interior de ese organismo?

Pero no quiero agobios. Cuando la higiene mejoró no hizo falta que alguien llegara a entender el número de procesos que se suceden entre una persona y una calle repleta de excrementos. Ahora tampoco hace falta que alguien estudie en detalle las relaciones de un ser vivo con su medio ambiente para que reduzcamos el amplio abanico de enfermedades. Tan solo es necesario saber que somos sistemas abiertos, y como tales estamos condicionados por todo lo que nos rodea.

domingo, 10 de octubre de 2010

Higiene mental.

La gripe, la tuberculosis, la malaria, el tifus, la hepatitis, paperas, el herpes, la peste, la rabia, la viruela, etc. Todas ellas son enfermedades infecciosas que están siendo controladas en mayor o menor medida debido principalmente al incremento de la higiene en la población. En zonas pobres en las que la higiene aún es un lujo siguen sufriendo tales enfermedades, además de no llegarles los medicamentos apropiados. Morir hoy en día de un resfriado es casi imposible, sin embargo, hace cien años era bastante común. Si consideramos las condiciones de vida de entonces no nos extrañaría que un contagio de cualquier virus o bacteria podría suponernos la muerte. Orina y excrementos en la calle con temperaturas de 20 a 35ºC y elevada humedad eran las condiciones ideales para que la sociedad viviera en un prolífico caldo de cultivo para diferentes enfermedades. Ahora, disponer de agua potable y canalizada ha supuesto un cambio radical en lo que a nuestra salud se refiere. La excepción de una enfermedad infecciosa que no está controlada es el SIDA. No existe un medicamento que pueda eliminar esta enfermedad de nuestro cuerpo (como tampoco lo hay para la gripe, solo aliviamos los síntomas), pero existen formas de protegerse frente a esta enfermedad. Podemos entender que la precaución y los preservativos son métodos que forman parte de una higiene.

Las enfermedades citadas antes se refieren a enfermedades originadas por bacterias y virus. Son factores exógenos a nosotros, microorganismos que nos invaden y debilitan nuestras defensas. Sin embargo, a pesar de disponer de unas condiciones de salubridad que jamás ninguna civilización ha desarrollado, seguimos sufriendo muchas enfermedades. Enfermedades tan frecuentes en cualquier población desarrollada económicamente, como por ejemplo Parkinson, Alzheimer, depresión, esquizofrenia, artritis, artrosis, migrañas, diabetes, hemorroides, infartos de corazón y otras enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, otras muchas más, y sin olvidarnos de los diferentes tipos de cáncer, la “epidemia” de nuestros días.

Todas estas enfermedades enumeradas no las adquirimos por ningún microorganismo, no son enfermedades que se originen por ninguna infección, no vienen de fuera, no son enfermedades exógenas, sino que son enfermedades que se originan desde nosotros. Nuestro propio organismo las genera. Son enfermedades endógenas. Cualquier ser vivo está programado para responder a los diferentes estímulos. Si no existe ningún factor externo que influya sobre el origen de estas enfermedades tal vez sea correcto pensar que los estímulos los creamos nosotros, que esos estímulos vengan de nosotros mismos. Nuestra forma de pensar, de actuar, de cuidarnos, de sentir influye sobre nuestra salud. Nuestras ideas nos guían por la vida, y la vida también es nuestra salud. Nuestras ideas, actuaciones y sentimientos conforman nuestro modelo mental, un modelo mental muy particular de cada persona, pero que de forma global podríamos definir un modelo general para la actual sociedad. El sedentarismo, la sobrealimentación, un sentimiento exagerado de posesión y propiedad, diferentes ansiedades y miedos predominan en nosotros, y estas características determinan nuestra salud. Cada uno sabe cuál es su problema, pero el mayor problema de todos es que decidimos convivir con el nuestro particular.

Lo mismo que hace más de cien años el ámbito de la salud mejoró enormemente en la sociedad por una mejora de la higiene, tal vez sea hora de que se desarrolle a nivel mundial una higiene mental, una higiene que haga cambiar ese modelo general mental que nos crea tantas enfermedades. Enfermedades que no vienen de fuera, sino que las creamos nosotros mismos y con las que convivimos día a día, y que cada vez se van haciendo más fuertes mientras nosotros las aguantamos conforme pasa el tiempo sufriendo más dolor, más impedimento, más tristeza. Ha llegado el momento de darnos cuenta de la importancia que tiene sobre nuestra salud nuestra forma de pensar, de ser, de sentir.

domingo, 3 de octubre de 2010

¿Sigues teniendo hambre después de haber comido?

Esa sensación de seguir teniendo hambre a pesar de haber comido tiene una explicación biológica. Se ha realizado un experimento con una serie de personas obesas a quienes se les ha suministrado durante 6 meses dos tipos de bebida: una sabrosa y calórica, y otra insípida y baja en calorías. Se ha observado que aquellas personas que más peso adquirieron fueron aquellas que mostraban menor actividad cerebral en la región asociada a las comidas gratas al paladar. Quiere decir que aquellas personas cuya actividad cerebral en esa región del cerebro determinada es menor de la normal, tendrán la necesidad de seguir comiendo. La actividad neuronal actúa en este caso suprimiendo una respuesta, comer. Aquellas personas que fisiológicamente no pueden desencadenar dicha reacción no podrán evitar seguir teniendo ganas de comer.

Esto es una enfermedad pero existen temporadas en las que uno siente más hambre que otras, es posible que se deban a cambios estacionales, a la propia actividad de cada uno y en determinadas épocas, también suele pasar que después de llevar unos días comiendo más de lo que solemos hacer, al volver a la normalidad (por ejemplo después de vacaciones de verano o de navidades, cuando se suele comer en abundancia) y al volver a comer las raciones habituales sentimos una insatisfacción alimentaria.

Es curioso como nuestros hábitos, la duración de los días, el estrés pueden influir sobre nuestra actividad neuronal y esta repercute sobre nuestro cuerpo. No es cierto que únicamente las características del funcionamiento de nuestro cerebro estén predeterminadas genéticamente, y que esto nos guíe y nos determine en nuestra vida. Existe una parte importante en la que nuestro cerebro actúa según factores externos, ya sean ambientales, culturales e incluso ocasionales.

Es complicado explicar lo siguiente. Si nuestra conducta puede influir a nuestra actividad cerebral, y si nuestra conducta depende de nuestra capacidad intelectual o cerebral, (aunque ciertas conductas se aprendan culturalmente), podríamos decir que nuestro cerebro está continuamente corrigiéndose, autoevaluándose, autoanalizando a través de respuesta-estímulo-respuesta-estímulo-etc. Por ejemplo, nos educamos, en cuanto alimentación se refiere, en una familia cuyos miembros comen abundantemente. Esta educación se almacena en el cerebro. Nuestro hábito en la comida tenderá a ser el de una alimentación abundante. Según el estudio comentado anteriormente y si consideramos que la actividad cerebral de la región mencionada puede variar a lo largo de la vida con diferentes factores, al alimentarnos de forma abusiva, nuestra actividad neuronal en aquella zona destinada a la saciedad disminuirá. Así nuestro cuerpo engorda. Con el tiempo decidimos seguir una dieta, reducir la cantidad de comida ingerida. No saciaremos el hambre que sintamos en los primeros días, pero poco a poco el umbral de la saciedad irá disminuyendo. Con el tiempo y siguiendo la dieta, la comentada actividad cerebral irá modificándose y así nuestro apetito irá cambiando con el cambio de nuestro cerebro y nuestros hábitos alimentarios. Así que llegamos a un punto en el que la voluntad (que viene de la conducta y ésta del cerebro) regula al umbral de la saciedad (controlado por una región del cerebro). Es decir, el cerebro controla al cerebro. ¿Dónde establecer una separación cuando nos referimos al cerebro?