Las células que forman nuestro organismo (y las de cualquier otro ser vivo) están continuamente dividiéndose. La división celular ocurre básicamente para el mantenimiento de cada órgano u estructura. Por ejemplo, nuestra piel está continuamente regenerándose. Las células que forman la capa más superficial de la piel van muriendo y siendo reemplazadas por células que van desplazándose de capas más inferiores. Debido a la continua muerte celular, se van generando nuevas. Igualmente, las células que forman parte de la capa que tapiza el estómago y el intestino son renovadas. En el caso de la piel y del sistema digestivo las agresiones a las células son continuas. El aire contaminado, la sequedad del aire, los microorganismos patógenos son amenazas a la salubridad de todo ser vivo. La piel es la primera barrera física ante estas amenazas. Debido a estas agresiones, las células de la piel se renuevan para que otras células nuevas y, por así decirlo, más fuertes hagan frente a diferentes compuestos contaminantes e infecciones. En cambio, el intestino es una zona más sensible y no actúa como barrera física. Existe una flora intestinal que lucha contra patógenos que hayan podido entrar por la ingesta de comida contaminada. Sin embargo, el estómago e intestino son más sensibles a compuestos tóxicos, y a veces cancerígenos, que contienen muchos alimentos elaborados industrialmente. Ya sea por una elevada tasa de división y renovación celular, en el caso de la piel, como por la mayor sensibilidad a la contaminación, en el caso del sistema digestivo, existe un mayor riesgo de generación de tumores.
Durante el proceso de división celular, las células duplican su material genético (ADN). Esta duplicación se realiza por el copiado de la información de cada célula. Diferentes proteínas participan en este complejo sistema para copiar el ADN. Las proteínas, en general, son sensibles a la presencia de agentes contaminantes. Así, el efecto que pueda tener una toxicidad sobre una proteína será más grave en cuanto a la importancia de la función que cumple dicha proteína. Durante la copia existen errores que son corregidos por otras proteínas, pero no existe una corrección al 100%. Así que ya sea por la pérdida de función de las proteínas por contaminación o por la elevada tasa de división, el pequeño porcentaje de error que pueda quedar en cada duplicación de material genético se irá acumulando. Por este motivo en aquellos órganos y estructuras que ocurre una elevada tasa de división celular o que están más expuestos a contaminantes, la aparición de tumores es más frecuente. Este es el caso de la piel, del sistema digestivo, del hígado o de los riñones. El cáncer de mama también es muy frecuente porque es un tejido que está sometido a frecuentes cambios hormonales. Estos cambios hacen que exista una continua reestructuración del tejido. De igual forma ocurre en las paredes del útero, en la próstata, y otros órganos víctimas de la aparición de tumores. Por ejemplo, en órganos que no sufren tantas divisiones celulares son menos comunes los casos de cáncer, por ejemplo el corazón. Existen muy pocos casos de cáncer de corazón.
No podemos evitar que las células se dividan, es más, necesitamos que ello ocurra. Así que la variable a modificar es la exposición a agentes contaminantes, tóxicos y cancerígenos que encontramos en la atmósfera, en el agua, en los alimentos o en diferentes materiales artificiales (es el caso del bisfenol presente en plásticos de muchos artículos, incluso de productos infantiles). La amenaza la tenemos presente, pero la alarma aún no ha sonado, o sencillamente la están apagando continuamente.