Recientemente ha sido publicado en la revista científica Nature el hallazgo de dos grandes masas de hielo en la luna Europa de Júpiter. A raíz de este descubrimiento vuelve a surgir la consideración que pueda existir vida fuera del planeta Tierra. Personalmente yo no descarto esta posibilidad, en primer lugar porque tal y como se cree que llegó la vida a la Tierra (a través de choques contra nuestro planeta de asteroides cargados de bacterias) también pudo ocurrir en otras superficies del Universo. Y segundo, porque debido al cada vez más intenso tráfico espacial, no debemos descartar que hayamos podido “contaminar o colonizar” con bacterias propias de nuestro ecosistema aquellos lugares en los que diferentes sondas u otros instrumentos aeroespaciales hayan podido visitar. Está claro que esta segunda opción es muy improbable, debido a que ha habido pocos eventos en los que se ha tenido un contacto directo con otros satélites o planetas y porque un periodo de tiempo de 20 o 30 años de viajes espaciales es muy corto para que un hecho tan improbable como el comentado tenga una oportunidad de ocurrir. Sin embargo, en nuestro propio planeta se siguen descubriendo formas de organismos capaces de soportar condiciones extremas como elevadas temperaturas, formas de vida en letargo en climas helados, bacterias que soportan elevadas concentraciones de azufre o alta salinidad, además de otros microclimas no soportables para la mayor parte de la biomasa terrestre.
La vida se hace camino e intenta invadir y colonizar todo terreno al que tiene acceso. Así que si aún no existe vida extraterrestre, cosa que dudo, será cuestión de tiempo, aunque eso sí, de millones de años. Y estoy seguro que muchas cosas cambiarían cuando se haga pública la noticia del descubrimiento de vida extraterrestre. Comenzará una nueva carrera espacial, únicamente con intereses políticos-económicos pero con el sentimiento innato que nos ha inculcado la naturaleza y la propia vida, el sentimiento de colonizar.