La actividad de la caza ha existido desde siempre. En un principio como necesidad para la alimentación del ser humano, pero también se ha convertido en una actividad de ocio para muchos. Este es un tema muy controvertido y genera multitud de discusiones entre los defensores de esta y entre los que llevan desde la década de los setenta reclamando, ya no la abolición sino el control racionalizado de la caza. Aparte de la postura que asuma cada uno respecto este tema, quiero difundir en este espacio la peligrosidad de un efecto colateral que conlleva la explotación de cotos de caza por indeterminados cazadores. Digo indeterminados porque el problema es la dificultad en la identificación de quienes siembras los campos y montes con veneno. El hecho de plagar los terrenos de los diferentes cotos de caza existentes en España con cebos envenenados, la mayoría de ellos con estricnina, es debido al deseo de eliminar aquellas especies que viven en estas zonas de interés únicamente ocioso que no sean el objetivo de la mira de más de un millón de escopetas nacionales.
Echando mano de datos, vemos que en el año 2000 murieron 983 animales en los campos, sobretodo perteneciente a cotos de caza. Entre ellos encontramos 541 aves de presa (águilas, buitres negros y leonados), 112 córvidos, 36 zorros y 273 perros. Pero se han encontrado además lobos, osos y otras especies consideradas como protegidas. Tal fechoría, entre otras, llevó a la extinción en los años ochenta al ave quebrantahuesos en la Península (actualmente, gracias a programas de recuperación, están avistándose en ciertos núcleos españoles por su procedencia desde los Pirineos). La dispersión de veneno en el campo es un delito y puede suponer la encarcelación durante dos años o una multa de hasta 300.000 euros. Sin embargo, su aplicación es difícil debido a la pericia de los infractores y a la falta de una vigilancia más rigurosa de los campos.
Desde hace años, diferentes organizaciones ecologistas (SEO/BirdLife, WWW-ADENA, Ecologistas en Acción, entre otras) se han asociado y están participando en el Programa Antídoto para luchar contra esta actividad ilegal y perjudicial no solo para los animales silvestres sino también para nosotros mismos. El veneno puede llegar a la cadena trófica al alimentarnos de los animales que hayan podido ingerir dosis no letales de tales sustancias tóxicas. Por ejemplo, la estricnina actúa sobre el sistema nervioso generando una hiper-contracción muscular llevando al animal, o humano, envenenado a sentir convulsiones y finalmente llegue a morir por asfixia.
Para terminar quisiera destacar que me sorprende el empeño que tiene el ser humano en transformar todo aquello que pisa, y no solo nos conformamos con explotar las fuentes de alimentación y energía sino que también lo hacemos con aquellos lugares y animales que suponen un divertimento. Creo que muchos poderosos desearían tener aún mucho más poder para poder barrer todo lo que hay en el mundo y volver a rehacerlo. Imagina que el objetivo final del ser humano es convertir el planeta Tierra en una gran urbanización, en la que estarían las casas (ciudades) y los jardines con las plantas que más nos gustan (palmeras y orquídeas), los animales que preferimos (perros, gatos y pajaritos, y ciervos para cazarlos) y con algún laguito para poder pescar. Fuera de esta urbanización estaría el polígono (granjas de animales comestibles y las plantaciones de vegetales) y el vertedero.
Solo espero que nadie llegue a tener tanto poder, pero el daño no solo lo hace el poderoso. El envenenamiento de los campos es algo individual y no creo que existan intereses políticos en todo esto. Así que las cosas también pueden cambiar desde el ciudadano de a pie al tener una conciencia a nivel global.